

Chile cerró el año 2024 con una tasa promedio de desempleo de 8,5%, convirtiéndose en la quinta nación con más alto nivel de desocupación en el bloque de 38 miembros de la OCDE. Esta situación presentó una mejora en el trimestre noviembre 2024-enero 2025, donde se registró una tasa de desempleo de 8,0, su nivel más bajo de los últimos dos años. Sin embargo, si analizamos las cifras por tramos de edad, observaremos que, en ese mismo trimestre, los jóvenes presentan las mayores tasas de desempleo: un 19,5% corresponde a personas entre 15 y 24 años y un 9,3% entre 25 y 34 años.
Las personas jóvenes representan a un grupo de la población fuertemente afectada por el desempleo, lo que intensifica su vulnerabilidad económica. El resultado es que la juventud se enfrenta a un progresivo déficit de oportunidades laborales y altos niveles de incertidumbre económica y social, lo que implica un desafío político.
Para resolver esta problemática, los países deben estimular la economía y el empleo a través de incentivos fiscales, la creación de nuevos emprendimientos, el fortalecimiento de clústeres industriales, el apoyo a las empresas establecidas, los empleos y los ingresos. Es así como el estímulo al emprendimiento y a la creación de nuevas empresas, ha sido históricamente el principal contribuyente de nuevos empleos en Latinoamérica y en el mundo.
El contexto actual requiere de nuevas condiciones para fomentar en los jóvenes el emprendimiento como vía principal para mejorar la empleabilidad y la movilidad social. Sin embargo, para que la creación de nuevos negocios sean factores potentes y dinamizadores de empleos, es necesario establecer diferencias entre el emprendimiento por necesidad y por oportunidad.
El emprendimiento por necesidad generalmente surge para subsistir, requiere poca innovación, se asocia a personas de escolaridad baja, con pocas posibilidades de crecimiento y su impacto económico y social es bajo. El emprendimiento por oportunidad en tanto se asocia a la identificación de oportunidades de mercado, incorpora la innovación, es intensivo en conocimiento, se asocia a personas de mayor escolaridad y su impacto positivo en la sociedad es mayor.
Como país tenemos el desafío de potenciar las políticas públicas y las iniciativas del sector empresarial, que buscan que los jóvenes vean en el emprendimiento una opción de desarrollo profesional y personal. Esto es posible en un escenario donde la población en general, y los jóvenes en particular, tienen menos marcadas las diferencias sociales, y por consiguiente la oferta de productos con valor agregado no se limita sólo a quienes tienen mayor nivel de ingresos.
Los jóvenes reconocen que junto con pensar en ofertas de empleo formales tienen la posibilidad de emprender en negocios que al mismo tiempo que generan crecimiento económico favorecen la mejora en la calidad de vida de las personas; y entienden que las oportunidades de mercado se encuentran en la mejora de productos (como la sal baja en sodio o las hamburguesas veganas); mejora de procesos (como el uso de códigos QR en los restaurantes o las cajas de autoservicio en los supermercados); satisfacer una necesidad de mejor manera (como las aplicaciones de transporte urbano y las freidoras de aire); satisfacer necesidades que no están siendo cubiertas (como las aplicaciones para la compra online de comida en restaurantes y las consultas médicas en línea); y aprovechar recursos que no están siendo utilizados (como la elaboración de vasos con botellas recicladas o la construcción de muebles con pallets de madera).
Académico, Escuela de Negocios, Universidad Adolfo Ibáñez
PhD in Management Sciences, ESADE Business School
Doctor en Empresa, Universidad de Barcelona
Doctor en Ciencias de la Gestión, Universidad Ramon Llull